Por Luz Reyero 10.09.2021
Frente a la necesidad de implementar un Programa de Compliance en una determinada organización, nos hemos planteado qué factores deberíamos desarrollar para asegurarnos su éxito y puesta en marcha, más allá de poner en funcionamiento los elementos que usualmente integran un programa de Compliance como son: el compromiso de la alta gerencia, la capacitación o entrenamiento, la emisión de un código de conducta, un mapeo de riesgos, la creación de normas internas para las licitaciones y la interacción con el estado, un sistema de autodenuncias –línea de denuncias y protección del denunciante frente a represalias, la función del Compliance Officer, la creación de normas de relación con terceros involucrados con el negocio y la determinación de un proceso de monitoreo. Es decir, nuestro análisis se centró en avanzar un poco más y estudiar qué objetivos deberíamos atacar si deseamos que nuestro programa de Compliance no se convierta en una propuesta más, que no logra aportar un valor agregado a nuestra empresa.
Para comenzar con nuestro análisis: ¿Alguna vez se preguntaron por qué dentro de las grandes empresas las propuestas –por más que sean buenas ideas- de quienes no son considerados populares por sus compañeros o dependientes casi siempre fracasan? O mejor dicho y por el contrario, ¿quién sigue al “anti-líder” dentro de la empresa?
Claramente, la respuesta sin analizar los motivos, es que casi nadie arriesgaría su reputación en el ámbito laboral para apoyar a aquellos miembros de la organización que no son bien vistos por sus compañeros o pares. O dicho de otra manera, cuando nos encontramos frente a un verdadero líder en nuestra compañía, nos sentimos que trabajar en equipo, compartiendo los mismos valores que nos propone, nos hace enfocar nuestra tarea laboral de manera superadora. Y todo parece fluir mágicamente.
Pensemos ahora en el tema que nos compete. La introducción de la temática de Compliance en nuestro trabajo, o bien el cumplimiento de los objetivos de Compliance, si ya tenemos un Programa de Integridad implementado o funcionando, puede resultar una tarea dificultosa si no contamos con el apoyo del top management, pero aún más si la figura que lo impulsa no es considerada un líder por quienes deberían ser sus seguidores. Frente a esto, y relacionándolo con la figura del Compliance Officer, o quien sin estar detentando el cargo, se encargue de transmitir los principios éticos de la empresa o impulsar el desembarco del programa de Compliance en una determinada organización, podríamos decir que resulta clave el desarrollo de una habilidad, de las consideradas habilidades blandas, como el liderazgo consciente. Aquí nuestra primera conclusión: creemos que quien detente el cargo de director, o el dueño de una empresa o bien el Compliance Officer son figuras que no pueden dejar de ser líderes en una organización, y si no poseen naturalmente esta aptitud, deberían ver la manera de desarrollarla por medio de capacitación específica para lograr que sus propuestas y proyectos desembarquen exitosamente.